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Los pueblos de Flandes Una escapada con encanto

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Descubra los siete «Pueblos de Flandes», que forman parte de una red de una veintena en Flandes francés y 15 en Flandes belga. Estos pueblos promueven y preservan su patrimonio arquitectónico y cultural, así como el entorno de gran calidad que los rodea. Así que no lo dude, ¡parta a descubrir estos típicos pueblos de Flandes!

BROUCKERQUE - 7 KM El entorno de marismas y pólderes

Con sus 1.300 habitantes, Brouckerque ocupa casi 1.200 hectáreas en Flandre Maritime, una tierra marcada por el agua y la historia. Antiguamente pantanosa, la ciudad debe su nombre a su naturaleza única: brouck significa «pantano» y kerk, «iglesia». Aquí, en el corazón de los pólderes, cada rincón nos habla de la lucha ancestral por domar las aguas del delta del Aa. Gracias a la tradicional red de wateringues, estos ingeniosos canales, los habitantes conquistaron poco a poco estas tierras bajas, dando vida a un paisaje único donde la naturaleza y el hombre conviven en armonía.

Brouckerque le invita a descubrir este auténtico rincón del mundo, lleno de calma, belleza y un rico patrimonio ligado a las marismas de antaño.

ESQUELBECQ - 4,3 KM El alma flamenca a orillas del Yser

Atravesada por el río Yser, Esquelbecq posee un patrimonio auténtico, una economía dinámica y una rica vida cultural. Su nombre, que se remonta a la Edad Media con Saint Folquin, es testigo de su profunda historia. Antiguo pueblo industrial, creció en torno a la estación de ferrocarril.

La plaza Bergerot, con sus casas tradicionales, sigue reflejando el cálido encanto de la arquitectura flamenca.

HERZEELE - 3,3 KM Entre patrimonio y tradición

Descubra este encantador pueblo flamenco de 1.600 habitantes, situado en la frontera entre el Flandes marítimo y el interior. Mientras pasea por el pueblo, contemple su rico patrimonio: los retablos y el mobiliario catalogado de la iglesia, las capillas y oratorios que salpican el paisaje y las casas restauradas de colores cálidos.

No se pierda los famosos órganos de Mortier, verdaderas joyas locales. Este pueblo también debe parte de su riqueza a la artesanía del ladrillo del siglo XX, reflejo de una historia obrera auténtica y viva. Un lugar cargado de historia donde cada visitante encuentra un ambiente único.

PITGAM - 2,6 KM Un pueblo vivo con el aliento de su molino

El pueblo destaca tanto por su arquitectura como por su encanto único, marcado por una vasta plaza que da la impresión de estar en un lugar mucho más grande. El nombre del pueblo se inspiró en el estanque que allí se encuentra. Pitgam también cuenta con una iglesia del siglo XII y un molino, el molino Den Leeuw, que sigue produciendo harina dos siglos después de su construcción.

VOLCKERINCKOVE - 5,5 KM Autenticidad, patrimonio y el molino de caballos

Enclavado en el corazón de Houtland, la «tierra del bosque», este encantador pueblo de 500 habitantes le invita a descubrir su patrimonio natural y arquitectónico único. Antaño cubierto de bosques y setos, el paisaje ha evolucionado con el tiempo y las prácticas agrícolas modernas. Sin embargo, Volckerinckhove sigue siendo un auténtico guardián de su historia, reintroduciendo cuidadosamente los setos campestres típicos de la región y reconstruyendo un raro «molino de caballos» como recuerdo vivo de un pasado que estuvo muy presente, pero que ahora ha desaparecido en otros lugares.

Un lugar donde la tradición y la naturaleza se unen para ofrecer una experiencia auténtica y cálida.

ZEGERSCAPPEL - 1,6 KM Viaje al corazón de los oficios de antaño

Pasee por las calles de Zegerscappel y se transportará a una época en la que carreteros, carpinteros, cerveceros y tintoreros de lino conformaban el alma y el encanto de este pueblo, donde se vive bien y se puede pasear y disfrutar. A finales del siglo XIX, la posición privilegiada del pueblo le permitió contar con hasta ocho molinos.

Aunque estos oficios ya han desaparecido, quedan vestigios de estos oficios e industrias en el corazón del pueblo: las fachadas de las antiguas cervecerías, los molinos harineros, la antigua central eléctrica y los hornos, sin olvidar la antigua estación de ferrocarril, testigo del paso del trenecito de Flandes.